Donald Trump se tardó cuatro años y medio, pero por fin logrará sacar a Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud.

En julio de 2020, en la cúspide de la pandemia de covid, Trump notificó a la OMS que el país que gobernaba en ese momento dejaría de ser parte de dicha oficina de la ONU. Sin embargo, en noviembre siguiente, Joe Biden le ganó las elecciones y en el primer minuto de su gobierno, al igual que Trump ayer, canceló la salida.

Hace exactamente cuatro años, el presidente Biden firmó una orden ejecutiva que detuvo la salida de su país de la OMS, a través de una carta al secretario general de la ONU, Antonio Guterres, en la que el demócrata le explicó que tenía la intención de seguir siendo miembro del organismo internacional de salud pública.

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Cuatro años después, la historia se replica para hacer exactamente lo contrario, a pesar de que algunos expertos legales citados por la prestigiosa revista The Lancet sostienen que no será una tarea sencilla, pero de conseguirse tendría repercusiones serias en la infraestructura sanitaria global.

Uno de los más trascedentes, la colaboración científica y el sistema global de diseño de vacunas con la influenza estacional.

Según The Lancet, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos albergan 21 centros colaboradores de la OMS, mientras que los Institutos Nacionales de Salud cuentan con tres. Estos centros trabajan en la erradicación de la polio, prevención del cáncer y seguridad sanitaria global.

Por el otro lado, El Sistema Mundial de Vigilancia y Respuesta a la Influenza de la OMS recopila datos de países para rastrear y estudiar virus circulantes. Las agencias, farmacéuticas y laboratorios estadounidenses dependen y colaboran dentro del Marco de Preparación para una Influenza Pandémica de la OMS para acceder a nuevas muestras de virus.

En términos políticos, la salida de Estados Unidos también plantea un reto de rebeldía por contrarrestar, en especial en tres países: la OMS rastrea y responde a decenas de brotes de fiebre amarilla en Togo, de síndrome respiratorio de Oriente Medio en Arabia Saudita y dengue en Brasil, naciones que estarían muy complacidas de salir también de la organización para evitar su monitoreo e intervención.

“La salud y la seguridad en Estados Unidos y en el mundo entero requieren una colaboración sólida con la OMS, piedra angular de la financiación y la política estadounidenses desde 1948. EUA no puede cortar los lazos con la OMS sin sufrir trastornos y daños, lo que haría que los estadounidenses estuvieran mucho menos seguros. Eso es lo último que necesita la comunidad internacional en un momento en que el mundo se enfrenta a una emergencia sanitaria histórica”, concluyó la editorial de The Lancet en agosto de 2020 con el respaldo de 750 líderes de la academia, la investigación y la ciencia en el mundo.

 

 

EUA aporta 15% del presupuesto total de la OMS, unos 450 millones de dólares anuales.

Su salida creará un déficit importante en programas de vacunación, respuesta a emergencias y vigilancia epidemiológica.

Afectará especialmente a programas en países en desarrollo que dependen del financiamiento de la OMS.

 

Debilitará la coordinación internacional en emergencias sanitarias.

Reducirá la capacidad de detección temprana y respuesta a brotes de enfermedades.

Disminuirá el intercambio de información epidemiológica crucial.

Afectará la capacidad de investigación colaborativa internacional.

Podría ralentizar el desarrollo y distribución de vacunas y tratamientos.

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