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MIAMI. – El pasado 4 de febrero, el peor temor de la familia Hernández García se volvió realidad. Adriana y Gonzalo viajaban con sus seis hijos rumbo a Houston, apurados por la urgencia de una cita médica para su hija de 10 años, quien lucha contra un cáncer cerebral. Las luces de un control migratorio del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) les indicaron que se detuvieran.
En el asiento trasero, su pequeña hija de 10 años no se sentía bien; a su lado, su hermano de 15 años, con un grave trastorno cardiaco, respiraba agitado. Adriana explicó a los oficiales que se dirigían a una revisión de emergencia. Sin embargo, los agentes ordenaron a la familia descender del auto y la pesadilla comenzó.
Adriana y Gonzalo Hernández (nombres cambiados para proteger su identidad), mexicanos, llevaban 10 años viviendo en Texas. Sin embargo, los agentes del ICE los detuvieron por ser indocumentados. Fueron trasladados a diferentes centros de detención. La niña, débil, tuvo que acostarse en el suelo frío sin recibir atención especial.
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Agentes de migración les dieron dos opciones a la familia: dejar a los niños bajo custodia del gobierno de EU, mientras ellos eran deportados, o ser expulsados todos juntos. Así, de la noche a la mañana, pasaron de ser una familia texana estable, a exiliados involuntarios. Adriana asegura que ahora el gobierno de Trump “tiene la vida de mis hijos en sus manos”.
No íbamos a dejar a nuestros hijos solos. Somos una familia y pase lo que pase, lo enfrentaremos juntos”. Gonzalo Hernández, mexicano deportado.