"Parece que llamaste tú" Por Lulú Petite

Sentí su respiración, tibia y agitada, soplar en mi oído, sus dedos acariciar suavemente mi vagina antes de apuntar su miembro hacia ella

Lulú Petite, parece llamaste
Viral 24/09/2013 06:00 Lulú Petite Actualizada 06:00
 

Querido Diario:

Me llevó a la cama y me puso en cuatro. Se inclinó un poco sobre mí y besó mi cuello y mis hombros. Sentí su respiración, tibia y agitada, soplar en mi oído, sus dedos acariciar suavemente mi vagina antes de apuntar su miembro hacia ella. Sentí la punta del condón separar suavemente mis labios vaginales y comenzar a abrirse paso. Se inclinó un poco más sobre mí, besándome de nuevo mientras me la metía.

Lo hacía bien. Sentí su erección moviéndose dentro de mí, con un brazo se sostenía en la cama para no dejar caer el peso de su cuerpo sobre el mío, con la otra me acariciaba el pubis, estimulando el clítoris con las yemas de sus dedos. Mis senos bailaban en el aire al ritmo de cada incursión y yo, contenta, lo sentía entrar y salir, tocar el fondo de mi cavidad y regresarse con una cadencia tan estimulante que lo estaba disfrutando. Al cabo de un rato en esa posición inevitablemente mi vine. No sé si por el masaje de sus dedos en el clítoris, por el buen ritmo de sus acometidas o por las dos cosas, pero fue delicioso.

Cuando terminamos, apenas recuperó el aliento, se levantó para meterse a la ducha.

Generalmente con él me quedo conversando un rato. Es buen cliente y hace tiempo que nos vemos, pero esta vez no podía quedarse; su avión salía esa tarde y quería llegar a tiempo para registrarse y abordar, me dijo que no quería que se le complicaran las cosas como a aquella senadora.

-¿Ya viste la de Derbez?- Me preguntó, cuando se arreglaba la corbata (Se ve guapo de traje).

-¡No! Yo a ese señor ni lo conozco- Respondí haciéndome la chistosa.

-Digo la película.

-¡Ah! “No se aceptan devoluciones” Esa sí, ya la vi.

-¿Está buena?

-Me pareció linda. Vale mucho la pena verla.

-Qué bien- agregó -quedé de ir a verla hoy.

-¡Te va a encantar!

-No te creas, quisiera llegar a dormir, pero mi mujer muere por verla y ni modo.

-Verás que les gustará, está padre la película.

-Bueno, si no, al menos cierro los ojos y a dormir. Ya me tengo que ir guapa, con esto de los maestros tomando avenidas un día sí y otro también, ya no sabe uno cuándo se va a poder pasar y cuando no, vale más pecar de precavido.

Me dio un beso y salió como alma que lleva el diablo. Ciertamente ya iba con el tiempo muy justo, apenas el suficiente para llegar al aeropuerto, siempre y cuando no se le cruzara ningún embotellamiento inesperado, pero qué le vamos a hacer, fue él quien en el orden de prioridades puso primero calmar la calentura que el pase de abordar. Espero que haya alcanzado a llegar a su vuelo y ver la película con su esposa. Realmente está muy buena. La película, claro, a la esposa ni la conozco.

Cuando se fue, era mi turno para la regadera. Me duché con calma y retoqué el maquillaje. Estaba a punto de dejar el motel cuando recibí una llamada.

-Hola ¿Lulú?

-Sí, soy yo

-Hola… oye, hablé hace rato para hacer cita contigo, ya estoy en el motel ¿te puedo ver?

Un segundo cliente no estaba nada mal, especialmente si sería donde ya estaba.

-Claro que sí ¿dónde te veo?

-En la habitación 510

-Ok baby, no tardo.

Colgué, me revisé en el espejo y salí de la habitación del cliente anterior para mudarme a la del nuevo.

Toc, toc, toc…

Era un hombre de mediana edad. Su apariencia no concordaba con la voz de quien había llamado. Al teléfono se oía el timbre de un hombre joven, en cambio era un hombre maduro. Me miró con cierta sorpresa alegre, como si le hubiera gustado lo que vio. Me invitó a pasar.

-Y ¿Cuánto es por el servicio?- Preguntó el cliente sacando su cartera.

Le dije el precio, sacó el dinero y me pagó. Lo puse en mi bolso antes de acercarme y darle un beso.

-¿Podemos comenzar por un masaje?- Preguntó

Se recostó desnudo boca abajo. Yo también me quité la ropa, me senté en lencería junto a él y comencé a acariciarle los hombros. Se estremeció cuando metí mis dedos entre los cabellos de su nuca y acaricié su piel con la punta de mis uñas. Mi teléfono comenzó a sonar, pero como estaba en silencio, apenas lo vi vibrar en el tocador.

Me senté sobre sus nalgas y, con unas gotas de aceite, comencé a masajear su espalda desde los hombros hasta el coxis. Cuando acariciaba su cuello me doblaba hacia él para dejarlo sentir el roce de mis pezones en su espalda, luego bajaba combinando una suave caricia de manos y pechos, intercalaba caricias ligeras, con las yemas de mis dedos, para estimular sus terminaciones nerviosas, con caricias duras para apretar sus músculos y relajarlos. Le masajeé desde el cráneo hasta la punta de los dedos; los hombros, el cuello, los brazos, la espalda, las nalgas, las piernas, todo fue atendido.

Mi teléfono sonó varias veces más, así que, cuando terminé el masaje, me paré a apagarlo para que no interrumpiera cuando estuviéramos cogiendo. Igual el cliente, cuando vio que iba a apagarlo, me pidió que contestara. Tenía llamadas perdidas, lo raro es que si mal no recordaba, era el número del cliente con quien estaba.

-Parece que me llamaste tú- Le dije

-Yo no fui- dijo con cara de Pedrito Fernández

Marqué de inmediato, para averiguar qué pasaba, quién había llamado. Entonces entendí. Sólo a mí me pasan estas cosas: Me había metido en la habitación equivocada.

Hasta el jueves

Lulú Petite

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