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En El Paso, Texas, Carlos Hernández, un jardinero salvadoreño, cuenta a este medio cómo su esposa prepara una cena modesta para su familia. “No hay pavo en la mesa, sólo vamos a tener tamales, pollo y frijoles, pero lo que realmente falta es la tranquilidad”, dice Carlos: “No sabemos si mañana estaremos juntos”; teme que cualquier interacción con las autoridades locales o federales pueda llevar a su detención una vez que Trump inicie su presidencia.
Este Día de Acción de Gracias es diferente para millones en Estados Unidos. Mientras preparan sus mesas y comparten sus alimentos, lo hacen con la incertidumbre de lo que el futuro les depara.
Las historias de los peregrinos y los inmigrantes modernos son un recordatorio de que, en el corazón de toda migración, está el deseo universal de una vida mejor. Y aunque las circunstancias estén por dar un giro de 180 grados en Estados Unidos, la esencia del Día de Acción de Gracias vive.