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Contrario a lo que podríamos pensar, la vida en solitario no es un estado primitivo o poco desarrollado en la naturaleza. De hecho, 22% de las especies de mamíferos que se conocen en la actualidad son mayoritariamente solitarias, y los científicos están descubriendo que esta estrategia de vida puede ofrecer ventajas significativas.
Para nuestra especie, inherentemente social, estas investigaciones ofrecen una perspectiva valiosa: en una sociedad que tiende a estigmatizar el estar solo, los animales solitarios nos recuerdan que es posible construir una vida significativa y exitosa manteniendo conexiones sociales selectivas y disfrutando de los beneficios del tiempo en solitario.
El caso del topo ciego de Oriente Medio resulta particularmente ilustrativo. Este roedor pasa la mayor parte de su vida en túneles subterráneos individuales, encontrándose con otros ejemplares únicamente durante la época de apareamiento. Sus interacciones son tan limitadas que incluso desarrollan estrés cuando se les coloca cerca de otros individuos, aunque exista una barrera física entre ellos.
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Sin embargo, una investigación reciente, encabezada por Carsten Schradin del Centro Nacional de Investigación Científica en Estrasburgo, revela que la vida solitaria no equivale necesariamente a aislamiento social completo. Por ejemplo, la rata de Karoo del sur de África, aunque vive en solitario, mantiene interacciones amistosas con individuos emparentados y ocasionalmente comparte territorios de forrajeo.
En otras palabras y contrario a lo que creen tus tías, la vida en solitario puede presentar ventajas evolutivas significativas.
Al evitar la vida en grupo, estos animales no necesitan compartir recursos como alimento, refugio o parejas potenciales. También resultan menos visibles para los depredadores, como en el caso de los perezosos, cuyo camuflaje funciona mejor cuando están solos.
CUESTIÓN DE INTELIGENCIA
Según la BBC, los investigadores están descubriendo que muchos animales solitarios poseen capacidades cognitivas notables. Las tortugas de patas rojas, por ejemplo, aunque se alimentan en solitario, son capaces de aprender por imitación cuando se encuentran con otros individuos, una habilidad que se creía exclusiva de especies más sociales.
Para los seres humanos, que vivimos en una sociedad que tiende a estigmatizar la soledad, estas investigaciones ofrecen una perspectiva valiosa. Como señala Carsten Schradin, la soledad puede ser una elección adaptativa y saludable, siempre que, como estos animales, seamos capaces de construir redes sociales significativas a nuestro alrededor, manteniendo un equilibrio entre independencia e interacción social.
El estudio de las especies solitarias enseña que la soledad no es necesariamente un estado inferior o problemático, sino que puede ser una estrategia de vida sofisticada y adaptativa cuando se equilibra adecuadamente con interacciones sociales significativas.