Aquí, en el país de los pobres, donde casi la mitad de la población, 53.3 millones de habitantes, padece carencias de vivienda, alimentación y educación, la clase política justifica su bienestar con una secuencia de enfrentamientos entre grupos. El resultado es el fracaso de las últimas generaciones, al menos, de los sectores que tuvieron conciencia de la dañina desigualdad nacional.