Son las cinco de la tarde de un sábado cualquiera y decenas de mujeres vestidas con el color del luto comienzan a reunirse en el Ángel, en las escalinatas del monumento hoy cercado por reparación desde hace medio año, cuando las manifestaciones contra la violencia de género alcanzaron tonos más elevados por la impunidad y por la revictimización de mujeres violentas y asesinadas.

Los casos de Abril Pérez, Ingrid Escamilla y de la pequeña Fátima son los emblemáticos este día, pero la lista es larga, tanto como la impunidad. Mujeres hacen uso de la voz mientras las demás escuchan, posiciones plurales se expresan y hay tolerancia, ningún periodista hombre es echado del lugar. Al terminar cada intervención viene una consigna a coro: “Mujer escucha, esta es tu lucha”. Limusinas con quinceañeras rodean la glorieta y una madre grita con el puño en alto: “No están solas”. 

Las activistas reafirman el compromiso de salir a marchar el próximo 8 de marzo y parar a nivel nacional el día 9. Se deslindan de la politiquería de Palacio Nacional, esto no es contra López Obrador, tampoco somos de derecha. Muchas portan un paliacate verde en apoyo a la despenalización del aborto. 

En redes sociales, la realidad es virtual, insensibilidad de un gobierno que en campaña ofreció ser diferente. La secretaria Irma Sandoval las llama fakeministas, habla de la tentación de lavar platos. John Ackerman convoca a paro de hombres. Lydia Cacho, Sabina Berman, la periodista Verónica Calderón y muchas más ponen en su lugar a la pareja oficialista. La 4T cayó en paranoia, quien sale de la narrativa oficial es considerado enemigo. Anochece y las veladoras piden en silencio paz y justicia para las víctimas.